Cuando calienta el sol

“¡Cuánto siempre te amé, sol refulgente!

¡Con qué sencillo anhelo,

siendo niño inocente,

seguirte ansiaba en el tendido cielo,

y extático te vía

y en contemplar tu luz me embebecía!”

José de Espronceda, “El sol” (fragmento)

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Como estamos entrando en el verano, me ha parecido oportuno hacer un homenaje al astro alrededor del cual todos nosotros orbitamos. Y, para ello, he elegido un fragmento del grandísimo Espronceda (1808-1842), escritor romántico español, y una gema fascinante, llamada precisamente “piedra sol”.

La piedra sol es un feldespato y, como tal, pertenece al grupo de los silicatos y está formada por tetraedros de silicio. Cristaliza en el sistema triclínico y tiene una dureza de 6-6’5 en la escala de Mohs. Posee un brillo vítreo, pudiendo ser de transparente a opaca. Es característico su color anaranjado y su aventurescencia (reflexión de la luz a causa de la presencia de planos de macla polisintética), potenciada por la presencia de inclusiones, siendo las más habituales las placas de hematites y/o de goethita. Cuando dichas placas están orientadas, puede producir efecto ojo de gato o asterismo de cuatro brazos.

En cuanto a su contexto geológico, está asociada a rocas ígneas plutónicas ácidas tipo granito o sienita, a rocas volcánicas como la andesita o la traquita y a rocas metamórficas como el esquisto o la anfibolita. Podemos encontrarla también en los placeres de los ríos.

Los principales yacimientos están en Noruega, Rusia, Canadá, EEUU, India, Madagascar, Tanzania y Australia.

Una gema con la que se puede confundir es el cuarzo aventurina, de color similar y con inclusiones de hematites. Además, en el siglo XVIII, se inventó en Murano el vidrio aventurina que, a veces, se ha hecho pasar por la piedra sol. 

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(Imagen de http://www.patrickvoillot.com)

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