Siempre que hablo de Goya en clase, inicio el tema poniendo estas dos imágenes, dos cuadros muy diferentes en todos los aspectos. Mis alumnos suelen ser extranjeros y no conocen la obra de este grandísimo pintor español, por eso, me gusta empezar con una reflexión y les pregunto si piensan que fueron pintados por el mismo artista o creen que son de dos autores diferentes. En general, suelen responder que fueron dos y se sorprenden cuando les digo que no, que ambos son de Francisco de Goya. “Entonces”, les vuelvo a preguntar, “¿cuál de los dos os gusta más?, ¿por qué? Y ¿qué creéis que ha pasado entre un cuadro y el otro?”. Siempre les gusta más el primero, El Quitasol, pues Saturno devorando a su hijo les resulta incómodo, les angustia. Y no saben muy bien qué decir sobre lo que ha pasado entre un cuadro y el otro.
“Toda una vida”, les respondo, “ha pasado toda una vida”. El primer cuadro corresponde a una época de juventud, de triunfos profesionales y visión optimista de la existencia; en él, predomina el color, la factura acabada, el dibujo de trazo continuo y los temas amables. En cambio, el segundo nos muestra una época de madurez, de sufrimiento y visión crítica, que destaca por la creciente presencia del negro, la factura de manchas, el dibujo roto, los temas dramáticos o de una fantasía sombría.
En mi opinión, uno de los aspectos más interesantes de la obra de Goya es que podemos ver en ella su evolución como ser humano, podemos comprender cómo le afecta todo lo que le sucede, tanto a nivel personal como a nivel histórico-político. La sordera, la guerra, el conflicto interior entre su ideología liberal e ilustrada y la invasión francesa, entre sus ideales y su patriotismo. Todo ello se va reflejando en una pintura que se hace cada vez más profunda, cada vez más intensa, que cada vez se aleja más de la realidad y se acerca más al ensueño, a la fantasía, a la alucinación. Y eso provoca -como les sucede a mis alumnos- que nos sintamos incómodos, que nos angustiemos. Y es que, cuando nos ponen delante algo que nos disgusta o nos contraría, no nos queda más remedio que cuestionarnos por qué, no tenemos más opción que analizar qué es lo que se nos está moviendo. Y eso nunca es fácil porque nos confronta con nuestra sombra, con nuestros miedos, con nuestra propia oscuridad. Podemos elegir entre indagar hacia dentro o pasar de largo y seguir mirando hacia fuera. Una opción nos hace crecer. La otra deambular. La elección siempre es personal y nunca es errada.
*(Otro día hablaremos del significado profundo de Saturno devorando a su hijo…)
(Imágenes: El Quitasol / Saturno devorando a su hijo, Francisco de Goya, ambas en el Museo del Prado)
Súper interesante.
Felicidades
Muchas gracias, Susana!! Un abrazo.