Cuando Heinrich Schliemann, un excéntrico millonario y arqueólogo prusiano enamorado de la Ilíada y la Odisea y convencido de que los poemas homéricos describían una realidad histórica, excavó la acrópolis de Micenas en 1876, decidió que una de las tumbas encontradas en el llamado Círculo Funerario A, pertenecía al legendario rey Agamenón y le adjudicó una de las máscaras de oro allí descubiertas.
Aunque estudios arqueológicos modernos sugieren que dicho objeto está datado entre 1550 y 1500 a. C., lo que lo situaría en unos 300 años antes de la supuesta vida de Agamenón, ha seguido conservando el nombre del monarca de Micenas que Schliemann le asignó en su día. Y así, el rostro dorado de un anónimo guerrero micénico, que fue enterrado con un rico ajuar de joyas, espadas, ámbar del Báltico, copas, etc., pasó a la Historia como la máscara mortuoria de uno de los héroes aqueos que luchó en la Guerra de Troya: Agamenón, el hijo de Atreo, el hermano de Menelao, el cuñado de Helena, el marido de Clitemnestra, el padre de Ifigenia, Orestes y Electra. Qué cosas tiene el destino…
(Imagen de DieBuche, CC BY-SA 3.0 <http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/>, via Wikimedia Commons)