Se pueden decir muchas cosas acerca del diamante: que es el mineral más duro, que su nombre significa “indomable” o “inalterable”, que es la gema más importante a nivel comercial, que está formado por átomos de carbono, que cristaliza en el sistema cúbico, que tiene un índice de refracción de 2’417 o una dispersión de 0’044, que es lipófilo, que puede presentar fluorescencia y que aparece en múltiples colores.
Sin embargo, personalmente, lo que más me interesa de este mineral es lo que menos se cuenta y lo que me parece más sugestivo: el diamante se forma en el manto terrestre, a altísimas temperaturas (entre 400 y 1.800ºC) y presiones (entre 25 y 65 Kbares). Y seguramente os preguntaréis -o no- por qué es justamente ese, el dato que más me fascina de esta gema. Pues bien, voy a contarlo: resulta que el diamante tiene un polimorfo (una sustancia con idéntica composición química pero que cristaliza en otro sistema): el grafito (sí, sí, lo que se utiliza para la punta de los lápices). Podemos decir pues que, en cuanto a su composición química, diamante y grafito son lo mismo. Sin embargo, este último, a diferencia del diamante, se forma en condiciones de baja presión y baja temperatura y eso hace que sus átomos se estructuren de forma diferente. Así pues, las características específicas de su formación, hacen que el diamante cristalice en el sistema cúbico, que tenga una dureza de 10 en la escala de Mohs y que el enlace entre sus átomos sea muy fuerte (covalente).
Todo esto me sugiere una bella metáfora: de la misma forma que el carbono, sometido a altas presiones y altas temperaturas, se transforma en algo tan precioso como un diamante, la persona sometida a duras pruebas y a arduos sufrimientos puede llegar a convertir ese proceso en algo sublime. Así pues, cuando estoy pasando momentos difíciles, cuando me caigo, cuando no sé por dónde continuar, en lugar de enfadarme y protestar, trato de recordar que la vida quiere hacer de mí un hermoso diamante y, entonces, me siento reconfortada y me es más fácil levantarme, reconocer el proceso, agradecerlo y seguir hacia delante con la confianza de saber quién soy y hacia dónde estoy caminando.
(Imagen: Diamante Lesedi la Rona (que significa “Nuestra luz” en lenguaje setsuana), de 1.109 quilates en bruto, descubierto en Botswana en 2015 y adquirido por Graff Diamonds en 2017)
¡Preciosa entrada! No hay adjetivo más oportuno 💎
jajjaja, muchísimas gracias, Cristina!!! Me alegra que te haya gustado!! <3